C.D. M DEL PAN TARIMBARO

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ACCION NACIONAL TARIMBARO

martes, 22 de marzo de 2011

Condescendencia y deshonestidad

 

Condescendencia y deshonestidad

Por Juan José Rodríguez Prats
Los militantes del PAN suelen citar con reiterada frecuencia el pensamiento de los fundadores, principalmente de Manuel Gómez Morin, y tal vez la idea más recurrente es la siguiente: “¿Qué armas para esta lucha? Las únicas irresistibles: las ideas, los valores del alma. Ni tenemos otras, ni las hay mejores. Estamos para bregar, no para obtener”.
Estos compromisos fueron cumplidos mientras el PAN fue oposición.
Los mexicanos que se acercaron al partido asumían riesgos y peligros.
Se daba una lucha por la regeneración moral de la política y por el impulso a la democracia, entre otras ideas básicas.
 
Hoy, cuando el PAN está en el poder, esas palabras se siguen repitiendo. Sin embargo, suenan huecas y se traicionan en la práctica. Una cosa es militar en un partido de oposición y otra muy diferente es ejercer el poder.

Desde la oposición es fácil ser congruente porque se trata de criticar a quienes toman decisiones. En cambio, desde el cargo público la congruencia implica contrastar la actuación con los principios. Decir que nadie se acerca hoy al PAN para obtener, siendo el partido en el poder, constituye una entelequia, por decir lo menos.

Lo anterior viene a cuento porque el sábado pasado el Consejo Nacional del PAN aprobó su plan trianual de actividades.
 
Sigue ahora la elaboración de la plataforma electoral. Por enésima ocasión se trata de buenas intenciones, habrá que esperar los resultados.
 
En Acción Nacional nunca han faltado principios ni sustento de doctrina, así como un código de ética que, en muchas ocasiones, ha sido soslayado.
 
Si un funcionario no sabe lo que es bueno y lo que es malo al llegar a un cargo público, dudo mucho que con prometer cumplir un código pueda adquirir conciencia de sus responsabilidades; una ética que se codifica es desconfiable.

Gómez Morin, para continuar con las citas del fundador, escribió que “el tránsito de la convicción a la decisión significa un salto mortal”.
 
 Ahí está el meollo del asunto: cómo logar que haya esa estrecha vinculación entre la ética y la política. Corresponde a la cultura de la clase política y por desgracia el saldo es negativo en nuestro proceso de consolidación democrática.

En el plan mencionado se repiten las viejas propuestas, se insiste en los mismos buenos propósitos.
 
Desafortunadamente —y hay que decirlo una y otra vez— por diversas causas se ha relajado una de las más sólidas tradiciones en la historia del PAN: su respeto a la legalidad, su vida civilizada, sus procesos democráticos internos. En el documento referido se habla de que deben postularse candidatos afines a las exigencias del cargo.
 
 Esto es, no tan sólo orientarse por quién pueda ganar, sino de quién se trata y, sobre todo, si tiene cualidades que el cargo en disputa exige.
 
 Cada vez es más frecuente escuchar la frase “Así lo hacen todos” y, de esta manera, resignarnos a continuar con las mismas prácticas que se condenaron. Si el PAN —y aquí ha estado una de sus fallas— no se distingue y hace una política diferente, habrá traicionado su origen y su historia.

Gustavo Madero enfrenta un grave dilema: dejarse arrastrar por la inercia y no corregir lo que se ha hecho mal o, en la mejor tradición panista, rescatar un liderazgo con autoridad moral. La clave está —siempre lo he dicho— en lo que denomino el derecho de admisión.
 
Si bien todos los panistas tenemos el derecho de aspirar a un cargo, ¿basta levantar el dedo para que el PAN brinde una oportunidad? El aspirante y quienes decidirán su candidatura deben, en conciencia y con honestidad, reflexionar sobre las capacidades y cualidades del primero.
 
Es injusto que se ponga a competir a panistas acreditados por su trabajo y su lealtad al partido con quienes no reúnen los requisitos mínimos de capacidad y de militancia.

Los procesos internos de elección, tal vez el reto mayor de todos los partidos políticos en todas las democracias, fallan cuando los padrones han sido manipulados y cuando se permite participar a quienes de antemano han incurrido en prácticas deshonestas y desleales para captar simpatías de militantes.

Si a mí se me exigiera que sintetizara en una sola palabra la doctrina del PAN, no dudaría en decir que ésta es la honestidad. Sin esa virtud, no se puede hacer buena política.
 
Esa fue la demanda histórica del PAN y ahí está su falla en los últimos años: la condescendencia con la deshonestidad.
 
Esto se percibe en cada una de las 3 mil 324 cartas que se escriben Manuel Gómez Morin y Efraín González Luna.

Aunque en la sesión de Consejo Nacional hubo destellos en el intento de recuperar su reiterada práctica de ser el ámbito del debate, muchos salimos desalentados por las restricciones en la participación.
 
Además, fue sumamente preocupante que apenas se lograra ajustar el quórum; se requiere un esfuerzo para que los consejeros perciban la trascendencia de su tarea.

El PAN, y así lo señalaron el Presidente de la República y el presidente del CEN, se enfrenta al mayor reto de su historia: ganar nuevamente la Presidencia y evitar el retorno de un partido que no da señas de asimilar una cultura democrática diferente a la que lo caracterizó como partido en el gobierno.
 
Ello requiere una tarea inmensa que va, desde la conformación de un discurso creíble, hasta la ratificación de la identidad del partido en torno a un principio básico: honestidad

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